La enseñanza pública superior de música: ¿al borde del colapso?

En los últimos meses no paramos de leer artículos, cartas, epistolarios, etc., de personas vinculadas con los conservatorios superiores de música de España —profesores, alumnos, directivas…— donde se esparcen críticas, confabulaciones, acusaciones y todo tipo de comentarios altisonantes que están consiguiendo poner en el ojo del huracán la enseñanza superior de música en los conservatorios públicos españoles.
Conservatoire de Paris 2013 - Ferrante Ferranti

Conservatoire de Paris 2013 – Ferrante Ferranti

No hay duda de que en los últimos lustros el desarrollo económico de España y la cada vez mayor integración en Europa han hecho que la calidad de las enseñanzas musicales y a la vez el nivel de los estudiantes que las cursan mejoren sustancialmente, porque el cotejo con nuestro entorno europeo nos hace ver cosas nuevas y cambiar objetivos. Es una realidad inexorable el hecho de que algo ha cambiado a lo largo de este tiempo, y ello ha abierto nuevos horizontes para la profesión con retos de mayor alcance que en no pocos casos se hallan fuera de nuestras fronteras.

Pero, como en toda historia positiva, aparecen sombras. En primer lugar la reciente crisis, que ha paralizado todos los avances logrados, interrumpiendo parte de estos sueños; y, en segundo lugar, el hecho de que el modelo de enseñanza musical ha acabado tocando techo dentro del marco jurídico donde se encuentra, puesto que las estructuras principales y los modelos de evolución se han desarrollado únicamente en lo legislativo y apenas en lo que concierne a las estructuras y composición de estos centros. Nada en absoluto se ha movido en la que debería ser la primera prioridad legislativa en España: una ley de la música que reconozca lo que ésta significa, qué es y qué queremos que sea en el futuro, algo que además debería recoger las particularidades que se derivan del desarrollo de dicho oficio.

Somos un país por naturaleza negativo: siempre opinamos sobre todo lo malo que nos ocurre y muy poco de lo bueno, y además lo hacemos de forma desmedida, porque debemos aceptar que nos molesta toda crítica que se haga por cualquier vía más o menos normal e incluso la tomamos como un insulto. Básicamentecarecemos de un espíritu de autocrítica, lo que se suma a una falta de crítica constructiva a la altura de muchos de los países del área europea. Esto no quiere decir que haya en nuestros centros personas que sí la hagan y la soporten pero, francamente, son una minoría. Nos cuesta aceptar las opiniones contrarias y nos cerramos sobre nosotros mismos: no escuchamos ni queremos escuchar.

Demasiado a menudo solemos decir que en Alemania, Inglaterra…: “allí sí que se hacen bien las cosas, y además no se requiere del esfuerzo que los docentes tienen aquí…, allí las cosas funcionan estupendamente”. Pero olvidamos que, cuando éramos estudiantes en estos países, había alguien que organizaba lo necesario para que todo pareciera y/o fuera tan ordenado y normal. El problema es que cuando realizamos este comentario lo hacemos a partir de la perspectiva de aquél estudiante que, como parece lógico, tenía todo aquello que necesitaba. Eso debería ser algo corriente en cualquier centro, no una excepción. Con ello se olvida que en estos centros había y hay equipos de personas que trabajan muy duro para hacerlo posible, con una gran implicación en sus tareas. No evitan el conflicto, sino que lo resuelven. A muchos docentes de nuestro país les convendría ejercer una temporada en estos centros y ver cómo se trabaja antes de dar opiniones a la ligera. No basta con criticar lo que no tenemos: primero debemos buscar el mejor modo de corregir nuestro entorno y sólo después poner en duda lo que no marcha bien.

Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Fuente Wikipedia

Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Fuente Wikipedia

 

La problemática de nuestros centros

Pero ahondemos algo más en el que considero el problema principal de nuestros centros. Lo primero y más fundamental es la capacidad de creación de equipos docentes, algo necesario para hacer posible un proyecto equilibrado y de calidad que ilusione a profesores y alumnos. La cuestión es: ¿es esto posible en los conservatorios superiores de música públicos de nuestro país?, es decir, ¿es posible realizar el trabajo de equipo con las personas idóneas y desarrollado a partir de un proyecto educativo concreto que determine la dirección de cualquiera de estos centros, contando con las personas que estos equipos consideren necesarias para obtener resultados? La respuesta es rotundamente NO. Pero para conseguirlo sólo haría falta un control de calidad bien planificado para comprobar que un equipo docente funciona de manera correcta.

Como es evidente, todo debe empezar por un profesorado de excelencia, ya que sin ello todo objetivo de alta calidad será una quimera. Pero voy a intentar ilustrar de un modo claro y sencillo cómo se desarrolla en la actualidad un conservatorio superior público corriente. En estos centros hay cuatro tipos de profesores: los catedráticos con plaza (funcionarios de carrera), los profesores en comisión de servicios (profesores funcionarios de carrera con plaza en un conservatorio profesional que ejercen en un centro superior), los profesores interinos (que han accedido por prueba o méritos) y los profesores especialistas, figura poco clara jurídicamente y entendida de distinta forma según la Administración educativa de cada comunidad autónoma, por lo que la contratación de estos profesores está en entredicho y su puesto también.

Del primer tipo, los catedráticos, no ha habido incorporaciones nuevas ¡desde 1990! y a estos puestos se accedía de forma directa, con una prueba única. Quien los conseguía nunca más tenía que preocuparse(no existe ni ha existido un sistema de control de calidad en los centros superiores). Las comisiones de servicio son las más empleadas junto al profesorado interino, por lo que muchos conservatorios superiores españoles se parecen más a centros profesionales que expiden títulos superiores que a conservatorios superiores reales si atendemos al tipo de profesorado (no a su nivel de excelencia). No se debe olvidar que la enseñanza superior musical sigue todavía vinculada a la enseñanza secundaria general, y es por esta razón por la que ambas pueden compartir listas de los cuerpos docentes, algo imposible en el ámbito universitario con respecto a las enseñanzas medias.

Los profesores interinos habitualmente acceden bien con una prueba (de no más de media hora de duración por candidato), bien por méritos (sin prueba, según un baremo a menudo inadecuado para estas enseñanzas). También pueden acceder a estos puestos una vez se han presentado a cualquiera de las oposiciones del cuerpo de profesores (y/o catedráticos) aún habiendo suspendido, algo que aún así les permite formar parte de la lista de profesores habilitados para ejercer en centros superiores, no importa lo bajo que sea el suspenso (¿?). Algunas comunidades lo han resuelto creando listas específicas, pero son la minoría.

Llegado a este punto la cuestión fundamental es: ¿con estos perfiles se puede garantizar una enseñanza de calidad a la altura de las necesidades que nos exige el marco europeo actual? La respuesta vuelve a ser rotundamente NO.

Las enseñanzas superiores en España, desde el famoso Plan 66, se han ido actualizando de acuerdo a las distintas normas: LOGSE (1990), LOPEG (1995) y finalmente la LOE (2006) y LOEM (2014); pero los contenidos y los modos de actuar de los docentes, así como los planes de estudios, apenas han variado, especialmente en los centros públicos. Eso sí, se han cambiado nomenclaturas, han aparecido competencias generales, transversales, específicas, con frases rimbombantes que a menudo nos dicen que el pan es pan y el vino es vino, pero los contenidos apenas han cambiado y ni siquiera ha disminuido el elevadísimo número de asignaturas que posee el currículo musical español.

Sala de Orquesta de la ESMUC

Sala de Orquesta de la ESMUC

Alternativas y modelos

Algunos centros como ESMUC MUSIKENE han transformado su régimen de funcionamiento y se han convertido en fundaciones, lo que les ha permitido eludir el férreo control administrativo y sindical y, por consiguiente, el sistema de funcionarios del resto del estado. Con ello han podido mejorar muchos de estos aspectos, aunque mantienen igualmente un elevadísimo número de contenidos si lo comparamos con el currículo de enseñanzas superiores de música de cualquier país vecino.

Si uno observa, por ejemplo, un currículo estándar del Royal College of Music de Londres para un curso de grado, un alumno tiene en los primeros dos cursos un total de 6 materias/asignaturas, frente a las aproximadamente 14 por curso de cualquier centro español. Ojo: el número de créditos es el mismo en toda el área europea, aproximadamente 240 por curso. Queda claro: un estudiante español va a tener que invertir la mayor parte del tiempo en asistir a clases mientras que un estudiante inglés, o que curse estudios en estos centros, tendrá mucho más tiempo para el estudio de las materias principales.

La cuestión es ¿entonces, el estudiante español sale mejor preparado que el inglés? A juzgar por los contenidos así debería ser, aunque resulta que no lo podemos saber porque el informe PISA no recoge datos de las áreas artísticas de nuestro país (¡!). Pero a juzgar por lo que ocurre, es decir, que muchos de nuestros estudiantes acaban posteriormente realizando los mismos estudios que ya han realizado en nuestros centros —el Bachelor equivalente a nuestro Título Superior—, esto no es así, a pesar de que estudia ¡más del doble de contenidos!


Academia para la Nueva Música del CSMA / www.academiaparalanuevamusica.blogspot.com.es
 

Esto nos lleva a considerar un handicap: ¿cómo vamos a modificar desde dentro un modelo que necesita perspectiva para un cambio a la altura de las circunstancias?, ¿lo vamos a hacer nosotros solos sin mirar a nuestro alrededor, haciendo caso omiso de lo que allí ocurre? Así lo venimos haciendo desde la LOGSE y no parece que esté dando buenos resultados, porque poco o casi nada ha cambiado. Lo que sí ha cambiado es que muchos estudiantes han acabado formándose en algún país europeo y eso sí ha hecho subir el nivel de la profesión (salvando las loables excepciones que existen, y muchas, en nuestro país, y de ello soy testigo).

La conclusión de esto es que se ha evolucionado muy poco en estos centros, lo que se refleja claramente en un aspecto fundamental de las enseñanzas superiores de música: en el Plan 66 estas enseñanzas pertenecían a enseñanzas medias y así continúan en la actualidad, reguladas por un decreto de mínimos estatal sin posibilidad de crear Grados que se adapten a los nuevos tiempos y necesidades, con equivalencia plena con los de los principales centros europeos que a día de hoy expiden estos títulos. Es más, la paradoja es que cualquier universidad española puede crear un Grado en Música, mientras que los conservatorios superiores no: pertenecen a enseñanzas medias. No obstante, se nos ha asimilado al Nivel 2 de enseñanzas (MECES), aunque el funcionamiento de los centros sigue perteneciendo jurídicamente a medias (¿?).

El marco europeo

En Europa todos estos centros se hallan bien bajo el paraguas de un régimen jurídico específico, bien relacionados con los estudios universitarios. En España no. En estas condiciones ¿podemos realmente competir con Europa? Portugal, sin ir más lejos, integra los estudios superiores de música en la Universidad, como si de una facultad se tratara, con lo que evita las incongruencias de pertenecer a un sistema de enseñanzas medias que expide títulos universitarios.

Pero ¿por qué no ha cambiado esta situación desde 1966? Esta es la pregunta que nos hacemos todos los que ejercemos en estos centros. Sin embargo, no hace falta más que observar nuestra sociedad y comprobar que es muy difícil cambiar cuando buena parte de nosotros no nos preocupamos siquiera de mejorar nuestro propio entorno. Ésta es una triste realidad que se observa dirigiendo uno de estos centros. Es normal, por consiguiente, que quien tiene que legislar (en el caso de España, la Administración central) no lo haga por muchas razones, y a menudo por una cierta desconfianza o animadversión hacia el desarrollo docente de los profesores, por lo que al final esto se convierte en un círculo vicioso imposible de deshacer. De un modo u otro todos acabamos atados a él. Entonces, ¿cómo se puede resolver un problema de esta envergadura desde dentro?

De lo que no cabe duda es que si no se resuelve, no puede más que acabar inexorablemente en lo que en estos últimos tiempos estamos leyendo en la prensa, es decir, cómo de forma triste y poco edificante, compañeros, alumnos y directivas airean en público diferencias que vienen generadas por cuestiones de un rango superior, y aunque no son menores, desde luego no son el tema crucial desde el cual se puede resolver la problemática de dichos centros. Si todo acaba en una llamada al orden, un control de horarios y una nula intervención en las programaciones, currículos, modelo de elección de profesorado, creación de equipos docentes, legislación adecuada a las necesidades actuales, etc., nada va a cambiar. El profesorado de calidad se intentará marchar a centros adecuados a su nivel, y el alumnado también.

Lo que acaba apareciendo reiteradamente son cuestiones baladíes: que si un profesor trabaja 18-21 horas, que si eso es poco, que tienen mucha cara dura, que un día no vienen porque tienen concierto, que no cumplen, que cambian la clase de un día para otro… Quizás convendría que aquéllos que gobiernan estos centros superiores —directivas y Administración— visitaran los centros europeos de prestigio para ver cómo funcionan, porque ¿sabe todo el mundo que un profesor de un centro superior español, aparte de las 18 ó 21h lectivas también va a dedicar a su instrumento o actividad investigadora no menos de 5 horas diarias de estudio, incluidos domingos y festivos (¡!), pero que estas no le cuentan para nada?; ¿sabe el usuario de estos centros que la Administración exige a un profesor a media jornada una dedicación exclusiva ya que de lo contrario incurre en incompatibilidades, porque la ley dice que cuando los complementos de su sueldo superan el 30% del sueldo base no puede compatibilizar con otros trabajos, y ese complemento lo tienen todos los funcionarios sin importar el tiempo de su jornada? Esto se aplica así, aunque la ley de incompatibilidades sea de 1984 y haya quedado claramente anticuada. ¿Sabe que muchas comunidades terminan el contrato de interinos a finales de junio, por lo que julio y agosto quedan fuera del sistema?; ¿sabe que aunque le pide un alto grado de experiencia le limita a 5 días al semestre los permisos para dar sus conciertos y en algunos casos ni siquiera esto porque también incurre en incompatibilidades?; ¿sabe que difícilmente un profesional preparado y con currículum adecuado que trabaje en una orquesta podrá ejercer en un conservatorio superior público puesto que incurre directamente en incompatibilidad? Y se podría seguir con mucho más. Ojo, porque con lo mencionado de entrada ya se descarta a buena parte de los mejores, y esto es sólo un botón de muestra.

Verdaderamente, ¿con estas condiciones se quiere tener un profesorado de calidad? Esto tiene una sola respuesta: IMPOSIBLE. Esto mismo también es extensible a las directivas de estos centros, que tienen que hacer lo indecible para desarrollar un proyecto educativo con plantillas que les vienen dadas por el sistema de contratación anteriormente mencionado, puesto que con el modelo actual difícilmente pueden ejercer influencia real. Crear equipos docentes es a día de hoy, por tanto, una quimera.

Pero atención con la calidad: no se ha regulado nunca en los centros superiores de música, es un tema tabú. Se controlan los horarios del profesorado, pero no la impartición correcta de los contenidos. No existe la promoción vinculada a la calidad, y tampoco amonestaciones por lo contrario, a excepción de casos extremos de incumplimientos flagrantes. Cuenta el tiempo en el puesto, se haga bien o mal. El tiempo de ejercicio de la docencia parece ser la única garantía de calidad contrastada (¡!).

Finalmente, le queda a uno la sensación de que el sistema actual es un coladero de incongruencias, con principio y fin en un sistema incoherente que no puede más que conducir a su propio colapso. Esto es, además, caldo de cultivo para los centros privados que en este momento están desarrollando enseñanzas superiores en música porque, simple y llanamente, no tienen competencia.

Las directivas, los docentes y los alumnos podremos seguir peleando en aulas y pasillos y publicando escritos en distintos medios, pero así no resolveremos nada, porque esta no es la cuestión. Lo que se precisa es un cambio radical de las estructuras de la enseñanza pública superior de música en España. Esto es lo que necesitamos si lo que queremos es una verdadera equiparación con nuestro entorno europeo. Si no es así, no nos queda más remedio que mantenernos en el filo de la navaja e intentar obtener resultados como si de un milagro se tratara. No necesitamos milagros, necesitamos realidades tangibles.

Tampoco se trata de una cuestión de economía, como a veces se nos quiere hacer creer, sino de gestión de recursos. Hoy por hoy, con el sistema actual se derrochan muchos recursos, en primer lugar porque no se emplean bien, y en segundo lugar porque no se obtienen los resultados deseados.

Tenemos un enorme potencial en nuestro país: creatividad, calidad artística, intuición…; nos falta mejorar las bases de nuestro modelo. Es necesario que, cuanto antes, las enseñanzas musicales y el ejercicio de la profesión musical sean tomadas en serio si queremos tener un futuro con ella: una vez superada la fase de crecimiento es el momento de mejorar su ubicación.

Soy un optimista convencido de que poseemos un material humano de primera, y también de que podemos hacer los cambios necesarios, pero tenemos que ponernos en marcha cuanto antes si no queremos perder el tren del sector en Europa y el mundo.

Sólo debemos hacerlo, y ya está.

Agustín Charles, Compositor. Catedrático de Composición.

Artículo Publicada en la Revista 12 notas el  25/06/2014

 

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