La SEdeM ha lanzado el volumen 33 de la Colección el Patrimonio Musical Hispano con obras para guitarra de músicos españoles del S. XX.
Les adjuntamos una breve introducción del extenso libreto a cargo de Pompeyo Pérez Díaz, de la Universidad de La Laguna, consocio de la SEdeM, que está contenido en la obra.
En torno al olvido. La guitarra y la impronta de la Generación del 27.
Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora:
donde yo solo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Luis Cernuda.
Donde habite el olvido, el verso de Bécquer que sirvió de título a un libro de poemas publicado por Luis Cernuda en 1934, recoge perfectamente la intención de este disco: reunir un conjunto de obras para guitarra, en cierto modo olvidadas, que fueron escritas por compositores españoles que comenzaron sus carreras en las primeras décadas del siglo XX. Se trata de creaciones que, por diferentes motivos, han quedado actualmente fuera del repertorio habitual de los guitarristas o al menos en una posición excéntrica con respecto al mismo. De igual modo, la alusión a Cernuda resulta procedente en cuanto que la escritura de esta música resultó, en mayor o menor medida, coetánea a la eclosión literaria de los autores de la Generación del 27.
La aparición en 1920 del Homenaje a Debussy, la única obra de Manuel de Falla escrita para guitarra, supuso un hito en el sentido de que un autor español de primer nivel y no vinculado a la guitarra compusiese una obra para la misma, y porque para encontrar un hecho similar habría que remontarse bastante atrás en el tiempo. Tras el ejemplo de Falla, muchos compositores se animaron a escribir para un instrumento que en esos años estaba quedando, salvo contadas excepciones, fuera del foco de atención de las nuevas corrientes musicales. Dicha labor quedó facilitada por la presencia de varios intérpretes de referencia. Nombres como los de Miguel Llobet (quien precisamente fue el primero en interpretar la partitura de Falla), Emilio Pujol, Andrés Segovia o Regino Sáinz de la Maza son lo suficientemente conocidos como para no necesitar mayor presentación. El nivel técnico y las inclinaciones musicales de estos y otros guitarristas del periodo eran bastante diversos, pero entre todos fueron capaces de configurar una imagen de la guitarra como un instrumento capaz de adaptarse a los nuevos tiempos sin renunciar completamente a determinados rasgos que, para ojos externos, constituían parte de su esencia…
